1122 : Leonor de Aquitania ; Una reina independiente

Leonor en un óleo del siglo XIX.
La legendaria belleza de la reina inspiró a muchos artistas
que la tomaron como modelo de sus heroínas.
Museo de Gales, Cardiff




Reina de trovadores y juglares, su personalidad e influencia política marcarían los destinos de las coronas de Francia e Inglaterra; toda una hazaña para una mujer del siglo XI.

Leonor de Aquitania era el mejor partido de Europa en la primera mitad del siglo XII, por lo que no es de extrañar que sus dos maridos fuesen reyes: de Francia el primero, y de Inglaterra el segundo. Nacida en el castillo de Velin, en 1122, murió en la abadía de Fontevrault en 1204. Vivió, pues, ochenta y dos años, pero su existencia no fue fácil. La muerte de su nieto Arturo, descendiente de su difunto hijo Godofredo, en 1202, fue el último y definitivo golpe para una mujer que hasta los últimos días de su vida estuvo implicada en los asuntos políticos que atañían a su familia.

Posiblemente Arturo fue asesinado por indicación de su propio tío, Juan Sin Tierra, el hijo más joven de Leonor y único superviviente varón en la disputa por la herencia familiar. Una herencia que incluía no sólo los estados patrimoniales de Leonor, sino también los de la familia de su segundo marido, Enrique II de Inglaterra. 

La reina acababa de regresar de un viaje a Castilla, a donde había acudido en 1200 para visitar a su hija Leonor, casada con el rey Alfonso VIII. El objetivo de la visita era elegir a una de sus nietas como esposa del futuro rey de Francia Luis VIII. La duda se planteaba entre dos de las infantas, Urraca y Blanca. Finalmente Leonor decidió llevarse a la segunda consigo, convencida de que en la corte francesa nadie hubiera podido pronunciar el nombre de Urraca. 

Blanca de Castilla se convertiría en la madre de Luis IX, san Luis, y de esta manera la casa real francesa, al igual que la inglesa, pasaba a descender de la duquesa de Aquitania. 

Leonor fue la hija primogénita de Guillermo X, duque de Aquitania, uno de los señores feudales más poderosos de Francia, que murió sin ningún hijo varón. Por ello, aunque no era normal, Leonor recibió la herencia paterna bajo la tutela de su tío Raimundo de Toulouse. Las relaciones entre tutor y pupila fueron muy buenas  la diferencia de años entre ambos no era mucha y ambos sentían inclinación por la poesía trovadoresca, la música, el baile y el vino.
Todo ello era muy adecuado para un hombre, pero no tanto para una dama. Sólo el poder que le otorgaba ser señora de Aquitania permitió a la duquesa seguir sus inclinaciones. 

En 1137 Leonor contrajo matrimonio con el rey de Francia Luis VII, un joven apocado, no muy agraciado y educado de forma austera, muy diferente a lo que era costumbre en Aquitania, tierra de trovadores. Suger, abad de Saint-Denis y tutor del rey, propició este matrimonio, pues las posesiones de Leonor eran territorialmente superiores a las que estaban bajo la obediencia directa del rey de Francia. 

EL TERRITORIO que Leonor heredó de su padre constituía el ducado de Aquitana y ocupaba aproximadamente 19 de los actuales departamentos franceses. Lo componían los ducados de poitou y Berry, y los condados de Limoges, Périgord, Angulema, De la Marche, Gascuña y Auvernia. Además, tenía derechos de señorío sobre el condado de Toulouse. Era una zona rica en vino y cereales, con ciudades dedicadas a una activa producción artesana, base de un próspero comercio. Su marido, Enrique Plantagenet, era duque de Anjou, Turena y maine, y tenía por su padre el señorío de Bretaña; por parte de madre era duque de Normandía y tenía derecho al trono de Inglaterra, que ocupó en 1154. Por este vasto patrimonio compitieron los hijos de ambos: Enrique, Ricardo Corazón de León, Godofredo y Juan Sin Tiera; sus hijas fueron Matilde, Casada con Enrique de Sajonia; Leonor, casada con Alfonso VIII de Castilla; y Juana, casada con el rey de Sicilia y luego con el conde de Toulouse. Las dos hijas que Leonor tuvo con Luis fueron María, casada con el conde de Champaña, y Alicia, casada con el conde de Blois.

LEONOR EN LA CORTE
Leonor no fue bien recibida en la corte francesa por numerosos motivos; era extranjera, no hablaba francés sino occitano y llegó acompañada por una corte de trovadores, músicos y danzantes que continuamente hacían fiestas. Esta manera de entender la vida era muy diferente a la de una corte terriblemente sobria, controlada por un abad, Suger, que tenia sometido a Luis hasta tal extremo que Leonor llegó a confesar que no se había casado con un rey, sino con un monje. 

Es posible que en un principio ambos hubiesen estado enamorados, pero lo cierto es que los problemas surgieron muy pronto. No obstante, el matrimonio duró quince años y sólo nacieron dos hijas. Esto preocupaba en gran medida al rey, que quería un hijo varón para que le sucediera en el trono.
Leonor, en cambio, libre de tal preocupación, educaba a sus hijas María y Alicia a su imagen y semejanza, y consideraba que igual que ella había heredado a su padre y ejercía el gobierno de sus estados, la primogénita podría reinar. 

Leonor estaba continuamente acompañada de caballeros que, dentro de las normas del amor cortés, la consideraban su dama y luchaban por ella en los torneos, lo que despertaba los celos de Luis VII. 

llevó a la austera corte de Francia las costumbres propias del amor cortés, de gran popularidad en Aquitania. Según la norma convencional de éste, los jóvenes caballeros buscaban la protección de una dama a la que amaban platónicamente sin que el matrimonio de ésta interfiriera en tales juegos cortesanos. Era costumbre que las damas regalaran una enseña a sus caballeros para manifestar por quién luchaban y para que les diera suerte. Siguiendo estos preceptos, uno de los más jóvenes y bellos caballeros de la corte francesa, llamado Saldebreuil, se puso bajo la protección de Leonor de Aquitania y le pidió una prenda. Ella le dio una camisa, pero le puso como condición que luchara desnudo, vestido únicamente con esa prenda. Él aceptó, siempre que Leonor le curase si caía herido. Cuando esto sucedió, la reina le curó, y en la fiesta que se celebró aquella noche, tras el torneo, apareció vestida con la camisa manchada de sangre, provocando los celos y la ira de su marido, el rey Luis VII. Además del gusto por los torneos y los juegos de amor cortés, Leonor tuvo una decidida predilección por los trovadores y juglares que amenizaban sus fiestas y ratos de ocio, una costumbre que la reina importó a la corte desde las tierras meridionales de la actual Francia. Leonor fue una mecenas incondicional de estos artistas a los que llegó a imitar, convirtiéndose en una de las primeras mujeres trovador (trobeltitz) de la historia.Por desgracia no se ha conservado ninguna de sus obras, probablemente porque la reina desconocía la recién inventada notación musical.


La situación se hizo insostenible a partir de 1147, cuando la real pareja partió a la Segunda Cruzada. No se puede establecer si Leonor acompañó a su marido por orden de éste, que no querría dejarla sola en Francia, receloso de tener un heredero varón del cual él no fuera el padre. Es más posible que fuese ella quien quiso marchar a Oriente, ya que -además del atractivo de la aventura- allí estaba su tío y tutor Raimundo de Toulouse, al que deseaba volver a ver. 

El primer problema se presentó a la llegada a Constantinopla, cuando el emperador bizantino Manuel I se prendó de Leonor y ella no desdeñó sus atenciones. Luis aceleró la marcha, pero en Antioquía, de la que Raimundo se había convertido en el primer señor tras la conquista de los cruzados, la situación empeoró. 

Él y Leonor revivieron los tiempos pasados en Occitania: cabalgaban juntos, daban fiestas e incluso se encontraban a solas. Todo ello dio lugar a que los celos de Luis se hicieran cada vez mayores, circunstancia a la que se sumaba un grave problema político: Raimundo quería conquistar las plazas sirias de Alepo y Rama, de gran valor estratégico, iniciativa que Leonor apoyaba, mientras que Luis sólo pretendía ir a Jerusalén en peregrinación.
Al fin, las relaciones del matrimonio quedaron tan deterioradas que Leonor volvió a Francia antes que su esposo.

De la estancia en la cruzada hay dos leyendas de las que la reina es protagonista. La primera narra su intento frustrado de huir en una galera para encontrarse con Saladino, el sultán de Egipto, algo bastante improbable teniendo en cuenta que Saladino tenía poco más de 12 años cuando Leonor visitó Tierra Santa. La segunda cuenta cómo la reina, escoltada por sus damas y sin compañía masculina, cabalgaba cual amazona intentando entrar en batalla con los turcos; esta comparación de Leonor con las míticas amazonas sólo puede entenderse por la propia personalidad, independencia e influencia de la reina. 

Parece que tras la cruzada y por indicación del Papa hubo cierta reconciliación entre los cónyuges, pero el18 de marzo de 1152 se produjo la anulación del vínculo matrimonial en el concilio de Beaugency. El obispo de Langres acusó a Leonor de haber cometido adulterio con Saladino durante su estancia en Tierra Santa, pero se optó por la disolución del matrimonio alegando que los consortes eran parientes en noveno grado.

Sin embargo, parece claro que la causa final de las desavenencias fue la relación -en cierta forma incestuosa- de la reina con su tío Raimundo de Toulouse y el hecho de que no hubiera dado al rey un hijo varón.

En el verano de 1151 Leonor ya había decidido divorciarse. Entonces había conocido a Godofredo de Anjou, vasallo del rey de Francia, que había ido con su hijo Enrique Plantagenet a prestarle homenaje a la corte. Godofredo era un hombre ambicioso, guapo y galante que entabló buena amistad con Leonor, pero de quien ella se enamoró fue del hijo, un guapo y fuerte mocetón de diecinueve años, completamente distinto a Luis; Leonor, por su parte, tenía veintinueve años. Godofredo y Enrique vieron en Leonor una posibilidad de acrecentar su poder y es muy posible que pactaran en secreto su futura boda.
Cuando se produjo la anulación de su matrimonio, Leonor tuvo que aceptar varios acuerdos; no se casaría de nuevo sin el permiso del rey de Francia y debía dejar transcurrir un año antes de una nueva boda.

Tales condiciones se explican por el hecho de que Leonor tenía tras de sí un poder territorial tan grande que una boda no conveniente podía hacer peligrar el poder de Luis.

REINA DE INGLATERRA
A pesar del acuerdo, a los dos meses de la sentencia Leonor se casó con Enrique sin comunicárselo al rey. 

El poder del matrimonio oscurecía al del rey de Francia. Además, al año de casados Leonor tuvo un hijo varón, cosa que Luis todavía no había conseguido. Leonor tuvo siete hijos con Enrique, a quien siempre amó. El se había casado pensando controlar los estados de Leonor, cosa que no logró y que dio lugar a los primeros conflictos entre la pareja, problemas que se acrecentarían cuando Enrique comenzó a frecuentar una serie de amantes.
Leonor aceptó muy mal esta situación y, a cambio de las traiciones públicas de su marido, consiguió la fidelidad de sus hijos -entre los que se contaban Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra-, a quienes enemistó con su padre y entre ellos mismos, viviendo todos en una continua guerra familiar por la herencia. 

Leonor mantuvo el gobierno de sus estados e incluso ayudó a Enrique, cuando fue necesario, comportándose como reina de Inglaterra y señora de Normandía, y resistió todos los peligros e incomodidades de múltiples viajes para atender al mantenimiento del patrimonio.

Pero las constantes intrigas de Leonor por asegurar la herencia a Ricardo hicieron que Enrique acabara encerrándola primero en Chinon (1173), y después en Salisbury (1174) y Winchester hasta 1189, fecha de la muerte del rey. A partir de este momento y con la coronación de Ricardo como rey de Inglaterra, siguió interviniendo en los asuntos de gobierno de los territorios familiares, pero pasó a residir la mayor parte del tiempo en el monasterio de Fontevrault, donde terminaría sus días.
El monasterio de Fontvnault estaba muy vinculado a la familia de Enrique II de Inglaterra. Fundado por Roberto de Arbissel en el bosque de este nombre el año 1103, estaba formado por un monasterio masculino, una abadía de mujeres, un hospital y una casa de arrepentidas (mujeres que habían abandonado la prostitución); la abadesa tenía jurisdicción sobre todo el conjunto. La iglesia fue consagrada a la Virgen María por el papa Calixto II en 1119. Muchas mujeres de la nobleza cuando enviudaban se retiraban a vivir a un monasterio, al que hacían importantes donaciones, sin necesidad de profesar. Éste fue el caso de Matilde, la madre de Enrique II, que se recogió en Fontevrault. Allí la conoció Leonor. A la muerte de Enrique, Leonor lo llevó a enterrar allí y fijó su residencia en este monasterio. Aunque los asuntos de gobierno la obligaron a abandonarlo en muchas ocasiones, siempre acababa retirándose allí. A Fontevrault también acudió su hija Juana huyendo de su marido y en busca del amparo de su madre, en cuyos brazos murió. Y aquí murio murió Leonor tras el regreso de la boda de su nieta Blanca de Castilla. Además de su sepulcro, se conservan en Fontevrault el de su Enrique II, el de su hijo preferido Ricardo y el de Isabel de Angulema , esposa de Juan sin tierra.



Autor : Cristina segura



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