Eunucos los vigilantes del haren

muchas civilizaciones han acogido harenes;
pero su mayor esplendor llegó a partir del siglo XIII con la cultura otomana
Piscína en el harén, de
Jean-Léon Gérôme.

El afán de los poderosos por asegurarse la fidelidad de sus mujeres llevó a una cruel práctica: la castración La pérdida de sus atributos masculinos convertía a estos hombres en codiciados guardianes y algunos lograron puestos de responsabilidad.

Hace algo más de mil años, un lento y pesado mercante griego que navegaba frente al litoral de Almería se encontró en medio de una densa niebla que hacía imposible la visión a treinta pasos. Sin referencias por las que guiarse, el navío perdió pronto el rumbo y sus tripulantes, angustiados, se precipitaron a las bordas tratando de taladrar la niebla con los ojos, mientras temían estrellarse en cualquier momento contra las rocas de la costa. El piloto, que era un experimentado lobo de mar, buen conocedor de aquella aguas, ordenó entonces silencio total a los hombres y les recomendó que aguzasen el oído en lugar de la vista. De pronto, uno de ellos dijo estar oyendo gritos lejanos por la banda de estribor y, al poco, todos empezaron a escuchar en aquella dirección un coro de doloridos aullidos, gritos y lamentos que helaba la sangre en las venas.

Una fructífera industria de emasculación con vistas al mar
El piloto ordenó entonces a los remeros virar a babor y remar con todas sus fuerzas en línea recta. Media hora. después habían salido de la niebla y se encontraban otra vez en aguas libres. Los tripulantes pidieron explicaciones de lo sucedido y el piloto se las dio: habían sido los eunucos quienes les habían salvado del desastre. Aquellos gritos procedían de las gargantas de unos desgraciados a los que se había castrado y enterrado hasta el cuello en la arena de la playa para que las propiedades antisépticas y cicatrizantes del yodo marino ayudaran a contener sus tremendas hemorragias.


El piloto estaba en lo cierto. Los judíos radanitas, quienes tenían en la práctica el monopolio del tráfico medieval de eunucos destinados a los serrallos orientales,habían establecido una de sus siniestras ; factorias en la costa almeriense para abastecer desde ella los ricos mercados andalusíes y norteafricanos, Los radanitas eran un grupo especializado de judíos políglotas, discreto y respetuosos con las leyes de los pueblos que recorrían.

En la alta Edad media habían establecido una red que controlaba buena parte del comercio global de mercancías, desd China -al final de la Ruta de la Seda- hasta el norte de Europa. De hecho, otro de sus centros de producción de eunucos estaba en Verdún, noreste de Francia, plaza donde se castraban los esclavos procedentes de Alemania y Europa central.

Era un negocio limpio y provechoso. En determinadas épocas y mercados orientales, el precio de un eunuco bien operado podía llegar a superar el de veinte esclavos. Pero la ventaja para el traficante no sólo estaba en el precio, sino en la inversión previa. En las mismas condiciones, el margen comercial del vendedor del eunuco se multiplicaba, teniendo en cuenta que sus gastos de adquisición, manutención y transporte habían sido tan sólo la vigésima parte que los del otro. Claro que el negocio tenia sus riesgos: muchos de los operados no sobrevivía a la castración. La hemorragia y las infecciones se llevaban por delante a la mayoría, aunque no existen estadísticas del número de castrados que sobrevivían a las operaciones.

Una barrita muy especial, que costaba su peso en oro
El porcentaje de supervivencia a la emasculación debió de estar relacionado con los métodos empleados y con el grado de mutilación del paciente. Porque hay que aclarar que no tenía el mismo valor un castrado que conservaba el pene que un castrado absoluto: la operación entrañaba muchos más riesgos en el segundo caso. A los supervivientes de la mutilación total se les insertaba una barrita de plomo en la uretra, barrita que debían retirarse cada vez que necesitaban orinar.

Los que podían exhibir su barrita eran, con mucho, los más caros del mercado. En ello influían ciertas historias que corrían sobre los eunucos, probablemente basadas en casos reales. Se decía que algunos de ellos no habían sido castrados por completo, ya que el pánico en el momento de ser operados provocaba a menudo la retracción de una de las gónadas (el fenómeno reflejo en que se basa nuestro coloquial "acojonarse") al interior del perineo. Así. al amputar el saco escrotal y coser la herida, pasaban por eunucos sin serlo. Incluso se afirmaba que, si el testículo oculto era el derecho, cambiaban la voz pero les salía barba, mientras que si era el izquierdo podían sentir deseo sexual e incluso engendrar. Por esa razón, los suspicaces señores de los serrallos preferían a los castrados absolutos.

Por algo el vocablo eunuco significa "vigilante del lecho". En este mercado se apreciaban sobremanera las habilidades especiales. Existían centros dedicados exclusivamente a preparar a lo eunucos destinados a los serrallos de los más poderosos. Debían aprender a ser dóciles y ciegamente fieles; mostrarse discretos pero siempre avizores; preparar bebidas y alimentos, y ocuparse de los cuidados domésticos como lo haría un ama de llaves. Puesto que su destino era permanecer encerrados de por vida entre los límites de un harén, convenía que además fueran cultos y supieran cantar, tocar algún instrumento o recitar bellas historias. para entretener a sus amos. Pero no siempre era así.
También alcanzaban precios muy altos los eunucos a los que, además de sus atributos viriles, se les había cortado la lengua.

El poder de los castrados en China: la Historia la escribió Ssu-ma Chen
Por un lado, lo que ocurría en el interior del serrallo de un emir, de un sultán o de un califa no debía salir de allí bajo ningún pretexto. Por otro, hay que imaginar el colosal tejido de rivalidades, envidias y rencores que, inevitablemente, debía generarse en el seno de un grupo nutrido de mujeres (diez, cuarenta, cientos, miles a veces), sin otra cosa que hacer durante toda la vida que esperar la cotidiana selección nocturna de su amo y señor. En ese ámbito dificilísimo se movían los eunucos. Y de él procedía el gran poder que algunos de ellos llegaron a detentar en ciertas épocas de la Historia.

Sin embargo la fuerza del harén no residía solamente en la información, el control de intrigas y el tráfico de influencias que generaba. El verdadero poder se encontraba en la amistad de los niños. Porque los hijos del señor también vivian en el harén hasta llegar a la pubertad, de modo que el eunuco convivía con ellos desde la cuna y, con el tiempo, llegaba a convertirse en su maestro, confidente y educador. En realidad, estaba mucho más cerca de ellos que su siempre atareado y distante progenitor. Con esos vínculos tan fuertes, nada tiene de particular que, una vez heredado el poder paterno, aquellos niños llamasen a su lado a sus viejos y fieles eunucos, personas en quienes podían confiar ciegamente y a los que además, en muchos casos, amaban más que a sus padres.

En la historia de China, los castrados desempeñaron un papel muy importante. De hecho, la propia historiografía china fue inaugurada por uno de ellos. Hacia el siglo II a.C., el joven erudito Ssu-ma Chen sucedió a su padre en el cargo de astrólogo y calígrafo imperial. Eran los años en que la dinastía Han perseguía la descomunal hazaña de unificar políticamente el país, y Ssu-ma Chen se había impuesto a su vez la de reunir las noticias históricas de los sucesivos reinos. Tras la unificación, todo debía comenzar a contarse de nuevo, así que era imprescindible un calendario único para China, calendario que Ssu-ma Chen también se encargó de establecer. Su carrera política parecía imparable, pero el joven sabio resultó demasiado sincero y noble para aquella Corte.

Presente en la reunión del soberano con sus generales después de un desastre militar, Ssu-ma Chen se atrevió a argumentar, razonada y respetuosamente, que la derrota no se había debido al general que mandaba la tropa, en contra de lo que sostenían sus compañeros militares y -lamentablemente para él- también el propio monarca. Aquella intervención desencadenó un juicio en el que fue condenado a muerte por el supremo delito de menospreciar al emperador. Pero, en vista de que hubiera sido una lástima interrumpir su gran recopilación histórica,le fue conmutada la condena por la castración. Tras su penoso castigo, Ssu-ma Chen siguió trabajando y consiguió rematar su tarea, que vino a aportar orden y sistema a cuantos escritos históricos se redactaron desde entonces en China. El poder de los eunucos chinos fue máximo" Es posible que no haya habido en toda la Historia un almirante comparable al eunuco Cheng Ho.

Sus casi treinta años al mando de la flota imperial china, la más grande que conoció el mundo antiguo, le llevaron a viajar y explorar desde Sudáfrica hasta Java. Y en todo ese tiempo no se tienen noticias de que usara la violencia. Su papel era puramente diplomático. Se presentaba con su flota a la vista de una ciudad costera importante y desembarcaba para visitar a las aterrorizadas autoridades locales en nombre del emperador de China. En lugar de decapitarlos, como ellos esperaban, Cheng Ho les colmaba de fabulosos regalos y luego les convencía de que rindiesen tributo nominalmente al emperador, un diezmo muy pequeño, simbólico casi, ya que China no necesitaba nada porque tenía más recursos de los que podla desear. No imponía cambios en materia de política interna y mucho menos de religión, de manera que las autoridades estaban felices de poder expresar su ardiente sumisión al soberano chino y Cheng Ho podía transmitir a su amo y señor que un nuevo país había ingresado en su imperio. Así que todos quedaban contentos con aquella comedia cuya única finalidad era satisfacer la vanidad imperial.


con los primeros soberanos de la dinastía Ming. Su fundador, Chu Yüan-chang, demostró muy pronto que estaba dispuesto a terminar con el poder de la burocracia imperial, el único pequeño freno a su despótico absolutismo. Convirtió a sus numerosos eunucos en espías y ejecutores de castigos ejemplares. Organizaba sesiones públicas para que la Corte en pleno contemplase el apaleamiento hasta la muerte de algún alto funcionario acusado de delitos reales o imaginarios. A principios del siglo XV, otro Ming, Yung Lo, subió al poder como resultado de una intriga tramada por los castrados.

El eunuco que trató de conquistar el mundo sin luchar
Yung lo se dejó arrastrar por los castrados a un plan que pretendía convertirlo nada menos que en emperador de todo el orbe. De ello debía encargarse Cheng Ha, conocido como el Eunuco de las Tres Joyas, quien protagonizó una de las aventuras políticas más grandes y menos aireadas de la Historia, El propósito era una auténtica locura: no se trataba de imponerse y conquistar, sino de dar a conocer al mundo la palmaria evidencia de que China era el imperio más poderoso, con lo que el resto de los países de la Tierra se convencerían, en buena lógica, de que debían integrarse en él. Para ello había que hacerse presente y Cheng Ha se puso al mando de una flota como jamás se había visto hasta entonces. Casi 40.000 hombres embarcaron en una armada de 315 naves, la capitana de las cuajes era un monstruo que, según las crónicas, arbolaba nueve mástiles con una eslora de l35 metros, veinticinco más que Un campo de fútbol actual. La flota del Eunuco de las Tres Joyas realizó siete expediciones que recorrieron el mundo durante 28 años, pero sus resultados no condujeron al propósito deseado.

En contra de la actitud de los imperios occidentales, Cheng Ha no invadía ni atacaba. Sencillamente, dejaba ver la potencia de China y demostraba su grandeza, haciendo magníficos regalos a los soberanos de los reinos que visitaba. Era una buena táctica, pero cuando el poder del eunuco se eclipsó tras el cambio de emperador, los países adheridos al imperio dejaron de sentir la potencia china y todo regresó a la normalidad anterior. La tragedia de los eunucos que alcanzaron el poder era que no podían transmitirlo a sus descendientes. Aunque hubo casos en los que un castrado fue sucedido por otro. En 1538, durante la época de tres siglos en que Egipto estuvo gobernado por los otomanos, el eunuco Daoud Pachá sucedió al también eunuco Soliman Pachá el Khadern, y se temió que con ello se inaugurase una dinastía de eunucos, una eunarquia.

Digamos ya que el fenómeno de los eunucos es netamente oriental, pero no consecuencia directa de la poligamia mahometana como a veces se cree. Mucho antes de que existiera el islam, las cortes imperiales de Asiria, Babilonia y Persia ya conocieron la influencia de los eunucos que rodeaban a los soberanos. Y, antes que ellos, los egipcios, muy discretos en estos asuntos, utilizaban sin duda sus servicios para mantener los amplios serrallo faraónicos. Mucho se ha debatido sobre si el término "satis del Faraón" con que la Biblia califica al egipcio Putifar en la historia de José, significa eunuco u otra cosa. y con razón. Por un lado. el libro afirma que Putifar estaba legalmente casado; por otro, que su mujer demostró su insatisfacción requiriendo sexualmente al casto José.

Tras sesudos y debatidos estudios, hoy parece fuera de duda que la palabra saris significaba jefe militar y no eunuco, de modo que Putifar ha quedado para la Historia como un machote y su mujer como una cualquiera.

Aunque puede hablarse al menos de un eunuco occidental que alcanzó el poder -Narsés, general de Justiniano I, que expulsó de Italia a los invasores bárbaros-, los motivos de castración en el monógamo mundo cristiano se reducen al musical y al religioso. Desde los tiempos de Bizancio se había castrado a niños para obtener buenos sopranos y, sólo en 1870, quedó prohibida legalmente semejante abominación. El primer castrato que dejó su nombre en la Historia fue un español, Giacomo Spagnoletti, que cantó en el coro de la Capilla Sixtina hacia 1590, Los castrati más famosos, como Senesino, un gigante cuya voz y apariencia utilizó Haendel para estrenar nada menos que 17 de sus óperas, disfrutaron por lo general de una vida de lujo y reconocimiento. E incluso, algunos gozaron de cierto poder político dada su familiaridad con los soberanos, caso de Farinellí con Felipe V de España.

La otra causa de castración en el mundo cristiano, la religiosa, sólo afectó a los pueblos eslavos. En los primeros tiempos d la Iglesia, el patriarca Orígenes se mutiló a sí mismo para evitar tentaciones y concentrarse más en la idea de Dios. Por ese motivo no pudo ser ordenado sacerdote, pero fue el teólogo más influyente hasta Agustín de Hipona. Hay leyendas sobre ermitaños que hicieron lo mismo, pero son casos contados. Muchos siglos después, a fines del XVIII, una secta ortodoxa rusa, la de los skoptsy, llegó a la sorprendente idea de usar la castración como sacramento. Su apóstol era Kondraty Selivanov, hombre de una resistencia física extraordinaria. Tras una vida agitada y después de vivir muchos años en prisión, Selivanov llegó a morir centenario . Los skoptsy sostenían que no habría salvación mientras se estuviera preso de las exigencias de la carne, y creían firmemente que Cristo y sus primeros seguidores también se habían hecho castrar. Todo el mal procedía del sexo, de forma que se abstenían de comer cualquier clase de carne por ser fruto de un acto sexual.

Los skoptsy: el paso de la castración física a la castración espiritual
La emasculación sacramental, que inicialmente se realizaba de la manera más brutal posible -quemaban los testículos con un hierro al rojo-, se extendió también a las mujeres, a quienes se les cortaba los senos. En 1807, el Santo Sínodo ortodoxo declaró a los skoptsy como los herejes más peligrosos del Imperio y, a partir de entonces, comenzaron las detenciones y las deportaciones a Siberia de miembros de la secta. Con ello se produjo el efecto contrario al deseado. Los skoptsy se hicieron atractivos para el pueblo, que los consideraba gente de moral intachable, industriosos, generosos y trabajadores.

Muchos de ellos se hicieron extremadamente ricos. Durante los primeros decenios del siglo XIX se estima que la secta contaba con centenares de miles de seguidores. En esa época se hizo patente el problema esencial de los castrados: su falta de descendencia. Ni los fanáticos skoptsy pudieron ignorar que si todos los seres humanos se hicieran castrar, su religión, y el propio mundo, acabarían en una generación. Así, tuvieron que imponer la norma de que los nuevos fieles debían tener al menos un hijo antes de hacerse castrar.

Más tarde, y ya casi extinguidos, cambiaron la castración física por lo que llamaban "castración espiritual", pero ni aún así consiguieron aumentar el número de adeptos, exiguo y esparcido en pequeños núcleos por todo el imperio. Con la Revolución Soviética se liquidaron muchos de esos reductos, pero no todos. Aunque parezca increíble, hubo grupos de skoptsy que sobrevivieron a la etapa soviética. Incluso se dijo que uno de los máximos dirigentes históricos del partido comunista, Gregory Malenkov, colaborador y sucesor de Stalin como Primer Ministro entre 1953 y 1955, era un skoptsy No hay pruebas de esto, pero lo cierto es que su aspecto era tan claramente eunucoide que sus enemigos le llamaban "la dulce Melania".

El Cristo-zar
Se llamaba Kondraty Selivanov, y era un exaltado que a partir de las ideas religiosas de los khlYsty, una secta ortodoxa que creía en la reencarnación,decidió que en su persona se habían encarnado a la vez Cristo y el zar Pedro III. Fue el profeta de los skoptsy, y el inventor del "dogma" de la castración voluntaria como segundo bautismo; bautismo de fuego, ya que la operación se practicaba por medio de un hierro candente. En 1795, fue detenido en Moscú y trasladado a San Petersburgo, donde parece que le recibió el zar Pablo I, curioso por conocer a quien se decia reencarnación de su padre. Cuando la conversación derivó hacia el aspecto religioso y Selivanov, con lágrimas en los ojos, aconsejó al Emperador que se hiciera castrar sin pérdida de tiempo, Pablo I comprendió que ya había oído bastante y ordenó que se le ingresara en un manicomio. Pero la historia de Selivanov no habla hecho más que empezar. Dos ricos castrados de su iglesia consiguieron liberarle y construyeron una mansión donde terminó por acudir lo más granado de la sociedad petersburguesa para presenciar sus éxtasis.

Por fin, en 1820, fue recluido en un remoto monasterio donde vivió en completa soledad hasta su muerte, que le llegó cuando ya era centenario. Sus ideas, aunque delirantes, influyeron en las vidas de millones de personas y fueron responsables de cientos de miles de castraciones voluntarias en pro de la salvación eterna. He ahí una buena muestra del poder del fanatismo.

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4 comentarios:

  1. Interesante blog e interesante post, tendré que darme un paseito por aquí. Saludos.

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  2. Bienvenido ,espero que encuentres interesante el paseo , un saludo

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  3. Exelente blog. Saludos.

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