.844: Los vikingos llegan a la peninsula

El 31 de julio de 844 la singular silueta de los drakkars vikingos asomó por las costas del reino de Asturias. Se sabe que al día siguiente una expedición llegó hasta Gijón aunque poco debió interesarle esta ciudad porque enseguida volvieron a embarcar para tomar rumbo a La Coruña. 
Allí les sorprendió el imponente faro romano de la Torre de Hércules y debieron pensar que junto a tal monumento habría importantes ciudades y riquezas, pero ni en el pequeño asentamiento que por entonces era la ciudad, ni en la vecina Brigantium (Betanzos) encontraron botín digno de saquear. 
Ya debía estar avisado el rey de Asturias, Ramiro I, de la inquietante presencia porque no tardó en formar un ejército y enfrentarse al desconocido invasor en tierras gallegas. El enfrentamiento fue feroz, al menos lo fue para los vikingos, que salieron despavoridos perdiendo muchos hombres y, según las exageradas crónicas de entonces, también sesenta barcos.

No eran estos vikingos fáciles de amedrentar y a bordo aún de 53 barcos llegaron a Lisboa. Siguiendo por el sur lograron tomar Cádiz y Medina Sidonia, remontando luego el Guadalquivir para llegar a Sevilla. 
En la ciudad hispalense pudieron desquitarse y durante siete días mataron y saquearon sin descanso. Pero el emir Abderramán II había sido avisado del peligro y preparaba una contraofensiva. 
El 11 de noviembre las tropas del emir derrotaron a los invasores en Tablada. Mil quinientos vikingos perecieron en combate y los cuatrocientos que cayeron prisioneros fueron pasados a cuchillo por los islamitas. Los supervivientes pudieron embarcar y huir por el Guadalquivir a bordo de una treintena de naves. Quienes aún saqueaban Sevilla fueron capturados, pero enfriado ya el ardor del combate, sus vidas fueron perdonadas y algunos de ellos permanecieron en Al-Ándalus.

Tres meses antes 5.000 orgullosos daneses llegaban a la Península. Su fama les precedía. Durante años habían sembrado de terror las costas atlánticas. Francos y britános conocían bien la amenazante figura de sus drakkars y el vigor guerrero de sus tripulantes. 
Sin embargo, las exigencias de un siglo de hostilidades entre astures y omeyas habían endurecido más de lo imaginable a estos dos magníficos pueblos. Sólo la mitad de los vikingos podía ya dar cuenta de lo sucedido.











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1 comentarios:

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    Está en catalán pero se entiende bien.

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